Pobre Britney, nomás el ojo de la cámara se posa en ella sabemos que se pasó de la cuenta y si no es un atragantamiento con azúcar, es un baile zombie, una extravaganza u otra entrada a cualquier clínica. En mi caso es más sencillo: lo que muy posiblemente hice otra vez es prometer un capítulo de “La Vigilia” y no cumplir.
Mi adicción es muy similar a la de mi amiga Britney: soy un esclavo del placer. Seguramente, cuando estas líneas suban automáticamente a las News de EGM, yo estaré contemplando las aguas del Caribe en un crucero hacia las Bahamas para concluir el año en que la tierra se detuvo bailando sobre la cubierta de mi Titanic personal.
No se asusten (o festejen), volveré. En el infierno también hay Word.